He perdido a mi compañero de
sillón frente a la tele. He perdido a la persona con la que he compartido,
seguido y comentado la mayoría de las series sobre las que os he hablado en
este blog. He perdido a mi padre y ya nunca más podré ver Vikings, Black Sails,
Juego de Tronos o Homeland sin pensar en él. Y esa es sólo una pequeña parte
del vacío que deja. Pero la vida sigue y las series también, y por eso he
decidido retomar el blog escribiendo sobre una de sus series favoritas: Downton
Abbey.
El nombre de la serie viene dado
por la casa solariega situada en Yorkshire en la que habitan, a principios del
siglo XX, la aristocrática familia Crawley y sus criados. A través de sus
historias personales, vemos el efecto de los principales eventos históricos en
la jerarquía social británica de la época. De hecho la trama comienza en 1912,
cuando el futuro heredero de Downton muere en el hundimiento del Titanic. Dado
que el actual conde Grantham sólo tiene tres hijas y ningún hijo varón, el
nuevo heredero es un joven abogado de clase media, primo lejano del conde. Este
cambio en la línea sucesoria no sienta bien ni a la familia ni a los sirvientes
de la misma.
Entiendo que a mucha gente se la
pueden sudar bastante los dramas de una familia noble de la época eduardiana,
sus bailes de sociedad, la relación con sus vasallos o sus problemillas
económicos. “Oh, pobrecitos, si esto sigue así van a tener que vivir todos en el
pabellón de caza, que tan sólo mide 200 metros cuadrados, ¿cómo se las
arreglarán?”. Pero a pesar de que muchas de las situaciones que aparecen pueden
parecernos obsoletas o incluso ridículas, la verdad es que acabas encariñándote
de los personajes (señores y sirvientes), empatizando con ellos y compartiendo sus
alegrías y sus penas. Bueno, la verdad es que por mucho tiempo que pase seguirá
sin caerme bien Mary, la hija mayor y protagonista de las principales líneas
argumentales de la serie. Pero a lo mejor sólo son manías mías.
La ambientación es excepcional y
los actores hacen un gran trabajo, adecuando su gesticulación y su acento a
la clase social a la que pertenecen (vale la pena verla en versión original,
como ocurre con casi todas las series british). El guión tiene amor, drama,
trasfondo histórico, humor…y todo está cuidado hasta el más mínimo detalle. Por
ello no es raro que esta serie se haya llevado varios Emmy: a mejor miniserie,
actriz de reparto (impagable Maggie Smith en el papel de la condesa viuda) y
dirección.
Las tres primeras temporadas de
este drama británico se emitieron en Antena 3, pero la cuarta ya pasó a
emitirse en Nova, y la quinta se estrenó el pasado 5 de noviembre. Es importante
recordaros que a partir de la segunda, las temporadas empezaron a rematarse con
un episodio especial de navidad que suele mostrar acontecimientos fundamentales
para el desarrollo de la trama. Vamos, que son capítulos bomba y jamás podré
entender por qué Antena 3 decidió ignorarlos. No sabéis nada, Jones Nieves.
Yo no puedo más que
recomendárosla porque para mí siempre será una serie especial, sinónimo de
noches en familia. Y aunque mi padre ya no podrá ver la quinta temporada de
Downton Abbey, pienso seguir la tradición y sentarme con mi madre frente a la
tele para averiguar juntas todo lo que ocurre en la mansión y disfrutar de los
pequeños detalles que sabemos que él habría apreciado.
Gracias por casi 30 temporadas de
amor incondicional.
Calificación en IMDb: 8’8
Calificación personal: 9’7