miércoles, 20 de agosto de 2014

El temible efecto chicle

El lunes acabé de ver la segunda temporada de Utopía y ahora tengo sentimientos encontrados. Como ya os dije, la primera temporada me encantó y esperaba como agua de mayo esta segunda entrega…pero visto el más que abierto final, me huele a tercera temporada y me temo que podríamos encontrarnos de nuevo ante el terrible “efecto chicle” (“chewing gum effect” para los que no hagan uso de nuevos términos si no están en inglés).


Como podéis imaginaros, este efecto se produce cuando los señores productores de series de medio-gran éxito se resisten a soltar la gallina de los huevos de oro y deciden exprimirla hasta la última gota, cargándose en el camino, si es necesario, el nivel de calidad o incluso el espíritu de la serie. Vamos, que estiiiiran y estiiiran el chicle hasta que, en la mayoría de los casos, se rompe.


Analicemos primero brevemente esta segunda temporada de Utopía. Un producto sólido, fiel a su predecesora con esa fotografía colorista y esa música techno tan características acompañando escenas de violencia  explícita y desenfadada. La trama aun esconde sorpresas, los personajes evolucionan y el primer capítulo flashback es de lo mejorcito que he visto últimamente: aclaratorio y potente. Creedme, la serie me encanta, pero tengo miedo… ¿y si deja de ser especial? ¿Y si pierde su cualidad de pieza rara, de excentricidad inglesa que la hace diferente y cuasi hipnótica? ¿Y si me acabo hartando de Jessica Hyde y la madre (o el padre) que la parió? Seamos sinceros, si la serie comenzó con seis capítulos de una hora es porque pretendía causar un gran impacto, ser como un regalito bomba: breve pero intenso. Y si empiezan a alargar tramas y a añadir temporadas sin ton ni son se estarán cargando una joya. Les doy (yo, en mi infinito poder) una oportunidad para acabar con esto el año que viene, pero si hay un cuarto asalto no sé si contarán ya conmigo como espectadora (uuuuh!amenaza!).


Igual todo esto suena a pataleta tonta, igual no sólo suena a ello sino que lo es, pero es que una ya se ha llevado muchas decepciones televisivas y cinéfilas por culpa de la avaricia de algunos productores ¿O me vais a decir ahora que fui la única que se sintió engañada con el final de Cómo conocí a vuestra madre? En realidad ya sé la respuesta a esto: ayer mantuvimos un “duro” debate al respecto después de que mi mejor amiga y su marido se enfrentaran con el penoso último capítulo de la serie y desearan que fuera posible retroceder en el tiempo para recuperar las horas perdidas delante de la pantalla con la esperanza de revivir los momentos de risas que brindaba la serie en sus inicios. Digamos que de sus nueve temporadas, el humor va en claro declive a partir de la quinta y las tramas son directamente aburridas en las dos últimas. Y de ahí no me apeo por mucho que otro amigo intentara razonar con nosotros que al fin y al cabo nunca había sido la mejor serie del universo y que siempre había sufrido de ciertas irregularidades. Pero es que me da igual, al principio las bromas de esta pandilla de treintañeros me hacían partirme de risa y en los últimos años tenía que dar gracias si me hacían sonreír levemente. Esta lenta agonía podría haberse evitado si sólo se hubieran rodado cinco o seis temporadas (que ya  son unas cuantas).


Los ejemplos de series aquejadas de "chiclitis" son muchos y variados, por eso desde aquí hago un llamamiento a los señores productores de series USA y british (las que más consumo) para que se dejen de rollos y dignifiquen sus productos evitando extenderlos hasta el infinito con su consecuente pérdida de calidad y de interés por parte del espectador. Y para apoyar mi alegato recurro al maravilloso refranero español: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. O también: ¡No al chewing gum, sí a la calidad!


PS: Si alguien está interesado en camisetas con este slogan que se ponga en contacto conmigo.

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