El lunes acabé de ver la
segunda temporada de Utopía y ahora tengo
sentimientos encontrados. Como ya os dije, la primera temporada me encantó y
esperaba como agua de mayo esta segunda entrega…pero visto el más que abierto
final, me huele a tercera temporada y me temo que podríamos encontrarnos
de nuevo ante el terrible “efecto chicle” (“chewing gum effect” para los que no
hagan uso de nuevos términos si no están en inglés).
Como podéis imaginaros, este
efecto se produce cuando los señores productores de series de medio-gran éxito
se resisten a soltar la gallina de los huevos de oro y deciden exprimirla hasta
la última gota, cargándose en el camino, si es necesario, el nivel de calidad o
incluso el espíritu de la serie. Vamos, que estiiiiran y estiiiran el chicle
hasta que, en la mayoría de los casos, se rompe.
Analicemos primero brevemente
esta segunda temporada de Utopía. Un producto
sólido, fiel a su predecesora con esa fotografía colorista y esa música techno
tan características acompañando escenas de violencia explícita y desenfadada. La trama aun esconde
sorpresas, los personajes evolucionan y el primer capítulo flashback es de lo
mejorcito que he visto últimamente: aclaratorio y potente. Creedme, la serie me
encanta, pero tengo miedo… ¿y si deja de ser especial? ¿Y si pierde su cualidad
de pieza rara, de excentricidad inglesa que la hace diferente y cuasi
hipnótica? ¿Y si me acabo hartando de Jessica Hyde y la madre (o el padre) que
la parió? Seamos sinceros, si la serie comenzó con seis capítulos de una hora
es porque pretendía causar un gran impacto, ser como un regalito bomba: breve
pero intenso. Y si empiezan a alargar tramas y a añadir temporadas sin ton ni
son se estarán cargando una joya. Les doy (yo, en mi infinito poder) una
oportunidad para acabar con esto el año que viene, pero si hay un cuarto asalto
no sé si contarán ya conmigo como espectadora (uuuuh!amenaza!).
Igual todo esto suena a pataleta
tonta, igual no sólo suena a ello sino que lo es, pero es que una ya se ha
llevado muchas decepciones televisivas y cinéfilas por culpa de la avaricia de algunos
productores ¿O me vais a decir ahora que fui la única que se sintió engañada
con el final de Cómo conocí a vuestra madre? En realidad ya sé la respuesta a esto: ayer mantuvimos un “duro”
debate al respecto después de que mi mejor amiga y su marido se enfrentaran con
el penoso último capítulo de la serie y desearan que fuera posible retroceder
en el tiempo para recuperar las horas perdidas delante de la pantalla con la
esperanza de revivir los momentos de risas que brindaba la serie en sus
inicios. Digamos que de sus nueve temporadas, el humor va en claro declive a
partir de la quinta y las tramas son directamente aburridas en las dos últimas.
Y de ahí no me apeo por mucho que otro amigo intentara razonar con nosotros que
al fin y al cabo nunca había sido la mejor serie del universo y que siempre
había sufrido de ciertas irregularidades. Pero es que me da igual, al principio
las bromas de esta pandilla de treintañeros me hacían partirme de risa y en los
últimos años tenía que dar gracias si me hacían sonreír levemente. Esta lenta
agonía podría haberse evitado si sólo se hubieran rodado cinco o seis
temporadas (que ya son unas cuantas).
Los ejemplos de series aquejadas de "chiclitis" son muchos y variados, por eso desde aquí hago un
llamamiento a los señores productores de series USA y british (las que más
consumo) para que se dejen de rollos y dignifiquen sus productos evitando
extenderlos hasta el infinito con su consecuente pérdida de calidad y de
interés por parte del espectador. Y para apoyar mi alegato recurro al maravilloso
refranero español: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. O también: ¡No al chewing
gum, sí a la calidad!
PS: Si alguien está interesado en
camisetas con este slogan que se ponga en contacto conmigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario