En mi última entrada os hablé del
hype y hoy quiero presentaros otro concepto relativamente nuevo: el concernismo. Este término deriva del
vocablo inglés “concern”, preocupación,
y da nombre a una corriente filosófico-artística que propone y analiza
posibles futuros cercanos exagerando alguno de los aspectos de la vida
contemporánea. Plantea hipótesis escépticas sobre qué haríamos los humanos frente
a pequeños cambios del orden establecido. Dentro de esta corriente se encuentra
sin duda la miniserie británica Black
Mirror, objeto del presente post.
Por el momento consta de dos cortísimas
temporadas de tres episodios, lo cual siempre aumenta el impacto sobre el
espectador (generalmente, cuantos menos episodios tiene una obra, más fácil es
venderla como un acontecimiento). En cada episodio de 45 minutos se denuncia algún
aspecto de la sociedad actual, presentándonos como una masa adormecida, poco
crítica y adicta al impacto visual.
Tanto el gran nivel de la producción como su enfoque directo de los conflictos consiguen impactar al televidente, y le han servido para obtener un 8’7 en IMDb. Además, a pesar de tratarse de historias independientes, hay cierta conexión entre ambas temporadas, cuyos capítulos se dividen en tres temas distintos aunque interrelacionados: el impacto de los avances tecnológicos en la intimidad y en la política, y la influencia de los realities en la sociedad.
Es complicado hablaros de esta serie sin resumir algunas de sus tramas, pero creo que es preferible que las vayáis descubriendo por vosotros mismos. Sin embargo, no puedo evitar señalar que mi episodio favorito fue el primero de la segunda temporada, Be right back, que de hecho fue el primero que vi y me impactó por su ternura dentro de la desesperación. El resto de episodios por supuesto también valen la pena en mayor o menor medida, pues te llevan a reflexionar, te dejan “mal cuerpo” y eso no es tan fácil de lograr con todo lo que estamos acostumbrados a ver hoy en día.
Yo os la recomiendo porque se
trata de una ciencia ficción cercana y más posible de lo que nos gustaría, que
nos muestra el lado oscuro de unas vidas dominadas por la tecnología.
Precisamente esa sensación de verosimilitud es lo que hace que te enganchen estas
tramas independientes entre sí, que navegan continuamente entre el drama y el
humor negro; es lo que hace que no despegues los ojos de la pantalla a pesar del
mal rollito que se te va apoderando al grito de: “Y si…”
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