Me llama la atención que esta
serie que acaba de renovar por una tercera temporada haya tenido tan poca
repercusión mediática. Es prácticamente una desconocida a pesar de su 8’3 en
IMDb, sus actores ya bragados en otras series de tv y su guión en ocasiones
frenético e impredecible.
Está claro que no se trata de una
serie para todos los públicos. Hay muchísimos momentos de violencia extrema y
nada edulcorada: peleas cuerpo a cuerpo, torturas, baños de sangre y demás
exquisiteces son el pan de cada capítulo, sin excepción. El sexo explícito también
está presente, y mucho. Os vais a hartar de ver desnudos y prácticamente todas
las posturas del kamasutra. Pero a lo mejor, como dice el genial autor de
Sinopsis de cine: “Eso es lo que le da calidad a la serie”.
La trama comienza cuando un
ladrón ex–convicto (Lucas Hood) sale de la cárcel tras 15 años de condena y por
una serie de catastróficas desdichas (guiño, guiño) suplanta la identidad del
nuevo sheriff de Banshee, donde pretende comenzar una nueva vida. Pero en este
pequeño pueblo Amish de Pennsylvania nada es lo que parece y todo el mundo
guarda algún secreto.
Como sheriff, Hood imparte
justicia a su manera mientras se esconde de los gangsters que le persiguen e
intenta recuperar a su antigua novia y compañera de delitos, Carrie/Anastasia, que ahora ha rehecho su vida y es una
respetable madre de familia. Los continuos flashbacks nos sirven para conocer y
comprender un poco mejor al protagonista, y en ellos tampoco se escatima en
sexo y violencia, dándonos algunos de los momentos álgidos de la serie.
El ritmo de la acción es
trepidante, no hay un momento de aburrimiento, y a falta de un malo malísimo,
tenemos dos (aunque aquí nadie es 100% de los buenos, para qué engañarnos). Por
un lado tenemos a Kai Proctor, un Amish renegado que ejerce de capo del pueblo
desde hace años y controla todo tipo de negocios turbios en la zona. Por otro,
tenemos a Rabbit, el mafioso ruso antiguo jefe de Hood, sediento de venganza.
Además nos encontramos con gran
cantidad de personajes secundarios que a su vez esconden sus propios secretos:
el ex-boxeador dueño del bar; la Amish rebelde (quizás algunos recordéis su
culo de otras ficciones como True detective); la hija de Carrie/Anastasia (un
poco Dana de Homeland); un hacker asiático travesti (enamorada de sus looks);
el presidiario albino hijoputa; el jefe indio dueño del casino o el inquietante a la par que repulido esbirro
de Proctor. Entre todos conforman un elenco que hace que valga la pena darle
una oportunidad a esta serie. Pero repito: sólo apta para estómagos poco
sensibles.
Definitely, not for me... Peace and love!
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